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Vivimos una dicotomía entre La Transformación digital y la Precariedad laboral.
En un interesante monográfico dentro de un laboratorio emprendedor del que formé parte, nos explicaron cómo en España el boom del ladrillo habría generado un terrible golpe en el sector industrial.
Básicamente la rapidez para generar plusvalías en el sector del ladrillo había atraído los fondos que, de otra manera se hubieran dedicado al mantenimiento, reposición e inversión en innovación en muchas empresas industriales.
En la dicotomía inversión vs especulación, la segunda habría salido victoriosa.
El impacto en la industria de la opción ladrillo fue demoledor. Con la caída del ladrillo estas empresas, algunas de las cuales directamente quebradas por el volumen de crédito asumido para especular en el ladrillo, se encontraron con una capacidad productiva obsoleta, maquinaria prácticamente para desguace, frente a unos competidores internacionales que sí habían mantenido un volumen de reposición e inversiones, frente a los que habían perdido toda capacidad de competir.
En estos años vivimos una situación similar, con un desincentivo al mantenimiento, la inversión y la apuesta por la innovación y transformación digital: la precariedad laboral.
Una de las motivaciones de los países más al norte de Europa por hacer enormes esfuerzos en competitividad son sus altos costes laborales. Esta competitividad con altos costes laborales se gana con inversión e innovación continuas. Exige un estado de alerta permanente tanto de la empresa como de sus trabajadores por mantener en el tiempo modelos de innovación y flexibilidad productiva soportados en el conocimiento, con el fin de no perder su posición de privilegio en los sectores económicos en los que participan.
En España por el contrario, se ha apostado por reducir cualquier coste, que asegure un alto margen de ganancias, especialmente en mercados maduros, que suponen la casi totalidad del empresariado español, por su escasa orientación hacia la innovación y la transformación digital. Dentro de los costes a minimizar, destaca el coste laboral. Su drástica reducción ha provocado directamente el desinterés absoluto de la mayoría de las empresas por apostar por la innovación, sustituyendo los beneficios de ésta por el crecimiento de margen, a corto plazo, generado por la reducción del coste laboral.
Esta tendencia debería tener un límite, al cual posiblemente ya se ha llegado, cuando los salarios se coloquen por debajo del umbral de pobreza, momento en el que a los trabajadores les resultará más útil rebelarse ante esta situación que asumirla, por pura necesidad vital. Llegados a este punto, la parada de la caída de salarios, de manera similar a como ocurrió con el final de la especulación del ladrillo, pondrá sobre la mesa la realidad: empresas obsoletas, con rígidas estructuras jerárquicas, descapitalizadas en conocimiento, atrasadas en la transformación digital y con una incompetencia total en la adaptación de procesos de transformación innovadora. Un panorama desolador para la continuidad de la actividad económica empresarial.
Paralelamente se insiste mucho en la internacionalización, en los crecimientos de exportaciones que hemos vivido gracias a la competitividad internacional ganada por la devaluación salarial. Una estadística incierta en tanto en cuanto el peso de las factorías de automóviles en la exportación es tan grande que, decisiones de carácter interno en la producción de determinado modelo en alguna de ellas provoca importantes variaciones cuantitativas. Además la concentración de las empresas realmente exportadoras, vinculadas a multinacionales, minimizan el impacto positivo que un crecimiento de las exportaciones provoca en la economía real. Ocurre por tanto que, para la mayoría de las empresas que están negando la transformación digital, innovación e inversión productiva, apostando por la devaluación salarial, se posicionan de un modo cada vez más débil en el exterior. El sector exterior se está alejando cada vez más de su horizonte, precisamente por ser ya empresas obsoletas comparativamente.
A pesar de la descripción presentada, pesimista en su contenido, me gustaría abrir un telón que diera paso a un escenario optimista. Estoy convencido de que sí existe y es aún plenamente alcanzable un escenario de oportunidades, eso sí sólo accesible para aquellas empresas con intención de continuidad. La continuidad y capacidad competitiva exige personal altamente cualificado y estable. Y éste sólo es posible con unas condiciones laborables, desarrollo formativo y una retribución acorde. Y para que se puedan compartir con los empleados estas mejores condiciones haciendo a la vez a la empresa en un proyecto de largo plazo viable, se ha de apostar por la innovación de manera radical. Será necesario ser capaces de inocular en su ADN objetivos cualitativos de medio y largo plazo, alcanzables a través de la transformación continua y la innovación permanente, de la que la transformación digital es una de sus más importantes componentes.